jueves, 18 de julio de 2013

Madre

El año pasado, justo hace un año, me hice a la idea de que te ibas para siempre. Estaba solo en casa, hacía calor, y el sol había caído ya, se hacía de noche......también en mi corazón. Lloré desesperadamente, y me preparé para la despedida. Sentí como si me estrujaran las entrañas dos manos invisibles. Sólo rezaba por ser fuerte y no derrumbarme al afrontar seguramente el momento más duro de mi vida. Desde el momento en que alguien desaparece de este mundo, se va diluyendo en el tiempo poco a poco, es como si su cara se fuera convirtiendo en un borrón. Has de hacer esfuerzos ímprobos para mantener en tu recuerdo esa sonrisa, esa mirada que durante tanto tiempo te acompañó. ¿Será un mecanismo defensivo de tu mente, en lucha contra sus recuerdos? Pensaba en ti y en cómo la vida golpea con toda virulencia. En cuanto habías luchado y peleado por todos cuando más lo necesitábamos, sin esperar nada a cambio. Y en lo cruel de la enfermedad y el dolor que te había tocado atravesar, en que lo que el azar se había cebado contigo. En ocasiones, me dices que sueñas con que corres, como cuando lo hacías siendo apenas una niña con los vestidos camino de la tienda. Por lo menos, tus sueños te pertenecen y son reales mientras duran. Me pregunto cómo habría sido si te hubieras unido a alguien distinto, que te hubiera apreciado y respetado de verdad por cómo eres y lo que le has dado. El tiempo ha cicatrizado las heridas y enseña a aceptar lo que no se puede cambiar, pero eso no es óbice para que la imaginación vuele alto, y piense en una vida con salud, una infancia con juguetes y comida en abundancia, sin tener que hacerte cargo de tus hermanos pequeños, sin hambre, sin tanto dolor... Pensaba en ti, sintiendo que la vida era profundamente injusta. Pero milagrosamente, una noche en el hospital, cuando nadie daba un duro por ti, te rehiciste, como siempre lo has hecho. Los médicos, que nos habían preparado para lo peor, no daban crédito a lo que veían. El destino nos dio una segunda oportunidad de seguir disfrutando de tu humanidad, de tu sabiduría, de los consejos que enseñan a vivir, de poder darte un abrazo largo y muchos besos, como esta mañana, simplemente porque si, porque estás viva y coleando. No sé cuántos sonrisas me quedan por ver cuando entro por la puerta y me ves aparecer sentada en tu sillón, pero pienso disfrutar cada una como si fuera la última. No quería esperar al momento de después para decirte GRACIAS, M, por la lección de vida.

1 comentario:

  1. Sencillamente precioso, me encantaria poder ser capaz de decir algo así de mi madre, y no es porque no se merezca esas mismas palabras, o más!! Que madre no hay más que una....pero creo que no seria capaz...FELICIDADES DE CORAZÓN PARA UN GRAN CORAZÓN, EL TUYO

    ResponderEliminar