jueves, 3 de diciembre de 2009

EL IMBÉCIL QUE NO LO SABE

EL IMBÉCIL QUE NO LO SABE.
Existen varias clases de IDIOTA, NECIO, TONTO A LAS TRES, SOPLAPOLLAS, como quieran llamarlo. Seguramente en el diccionario de la RAE pueda encontrar usted una definición distinta para cada adjetivo, pero para mí, define al mismo perfil de individuo (mi amigo Víctor lo definiría como UN GAFAS, mi colega Alva, como UN TOMÁS).
Es que ayer, trabajando, me tocó apechugar en el mismo coche durante casi ocho horas con dos elementos que se aproximarían bastante a las características que definen a este arquetipo de humanoides, cada uno a su estilo, a su manera, con un toque personal e intransferible, pero convergentes en un mismo punto del mapa que les coloca, por buscar un símil, en algo así como en consejeros delegados de esa inmensa empresa llamada SOYUNBOBOALASTRES CONSULTING, Sociedad Ilimitada.
El primer rasgo característico de estos tipos es que jamás escuchan. Sólo pararán de hablar para coger resuello, y cuando parece que lo hacen, no es que estén especialmente interesados en tu speech, es que se han quedado sin ideas, y sólo están buscando en su microdisco duro por dónde seguir amargándote la existencia.
Se pueden dividir, a su vez, en dos subespecies: los que son conscientes de que son unos palurdos, y los que no. Estos últimos son los más peligrosos. Son de esos que a las primeras de cambio desvían la conversación como culebrillas a su mayor orgullo personal ¡¡¡¡SOY UNIVERSITARIO!!!. Te encuentras tranquilamente hablando de la rasca que hace, y de repente, sin pedir permiso al presidente, te cambia el tercio soltando el superorgullo de su vida. ¡¡¡MAMÁ, ME MATRICULÉ EN DERECHO!!! No como vosotros, mierdecillas municipalillos, que no sabéis hacer la O con un canuto. Y empieza su discurso evangelizador de cómo las normas están para cumplirse (¡¡oído, ecuatos??) y de cómo el estado de derecho es un contrato social roussoniano que hay que respetar . Yo escuchaba sin decir ni pío en la parte trasera del vinículo policial, preguntando al cielo qué he hecho yo en esta vida para merecer esta tortura vietnamita. El Hotel Hanoi era un resort en Bali comparado con el espectáculo de la conversación de dos idiotas dándose la razón.
Luego, una característica arquetípica de estos personajes es lo encantados que están de haberse conocido. No paran de hablar de sí mismos, jamás soltarán una frase ocurrente, no disponen en el repertorio de otra cosa más que páginas veniales de sus anodinas vidas que no interesan ni a su PUTA MADRE. Son de esos que se sienten destinados a grandes empresas, a cambiar el mundo, porque la Tierra es un pequeño planeta que gira a su alrededor. Y luego, la mala leche que calzan: seguro que les ha ocurrido llevar a comer a uno de estos pájaros a un restaurante donde conoces al camarero, y tardar cero coma cero en soltarle un pullazo cuando te traen la cuenta del tipo: “el pescado no estaba fresco, ¿eh?”. ¡¡¡Hijoputa, si te ha invitado a los entrantes, al vino y a las copas!!!. Claro, como llevan la sinceridad por bandera. Échate a temblar cuando un tiparraco te suelte el típico “es que yo soy muy sincero”. Apaga, y vámonos (o llama a tu abogado penalista).
Dirán que se me va la olla, y que soy un exagerado, pero esto es como el principio de Salvar al Soldado Ryan, la realidad supera la ficción.
En fin, que necesitaba desahogarme, o reventar la almendra de alguno contra la pared. No ha habido sangre, y me he quedado a gusto, de momento esto funciona…