miércoles, 1 de junio de 2016

CINISMO

Hoy estuve escuchando la entrevista realizada hace meses a un mediático político de la derecha imputado (perdón, investigado) por el repóquer completo de corruptelas que se pueden desplegar si gozas de ese puesto privilegiado para jugar a dios durante una temporada que es la gestión pública de alto nivel. El tipo hablaba con total desfachatez de los desmanes de sus compañeros de banco parlamentario, defendiendo la honestidad de la inmensa mayoría de los gestores de lo público, con frases del tipo “lo que hay que hacer es perseguir a esos cuatro golfos, y ponerlos a buen recaudo”. Meses después, ese mismo individuo estaba metido en un coche patrulla, esposado y rodeado de agentes anticorrupción, camino de la cárcel. No hay nada como creerse un papel para interpretarlo con total credibilidad, y desde luego, no imagino otra forma de tirar balones fuera delante de millones de espectadores si no es siendo tan descarado, cínico y golfo como es este tipo. Básicamente, ha interpretado el de otros muchos de su mismo pelaje, que han mentido descaradamente a una ciudadanía que había depositado su confianza (y la faltriquera) en sus manos…..y que terminó en sitios tan insospechados como el tanga de una bailarina de striptease de un club de carretera, o en su nariz en forma de polvos mágicos. Y es que, a poco que abras un poco los ojos, y agudices un pelín el oído, cualquier persona mínimamente cabal ha podido constatar que lo de la gestión de los dineros en España en los últimos años ha sido un gigantesco FRAUDE. La ruindad, la bajeza moral, el egoísmo, la escasez de miras más allá del siguiente trinque ha sido la hoja de ruta de tantos políticos, directores generales, secretarios, concejales, gestores, y demás cargos reales o inventados, toda una maraña de burócratas sin escrúpulos que han arrasado la piel de toro, dejándola yerma y achicharrada, arrastrando por el fango palabras nobles como igualdad, justicia, libertad o educación. El país que han dejado tras el saqueo de Roma estos analfabetos funcionales, es simplemente desolador. Mientras Alemania importa mano de obra cualificada, formada y sufragada made in Spain a cero coste, nosotros hemos atraído, por mor del pelotazo ladrillero y el dinero fácil y rápido una fuerza laboral de muy bajo nivel académico y formativo, que cuando la burbuja saltó por los aires explotó con ella, afrontando tarde, mal y nunca los créditos que los bancos aprobaron con la misma alegría que baila una adolescente en la fiesta de fin de curso… Ahora venden la película de que no hay dinero para equipar adecuadamente las ambulancias, ni para maestros, ni para renovar los coches de los policías, ni para asistir a personas dependientes sin recursos…mientras escuchas en la radio como un diputado admite haber recibido comisiones millonarias por “asesorías verbales” a empresas contratistas con la Administración. Que no es ético, pero tampoco ilegal, alegaba el ínclito. Alucinante. Ese comportamiento que puede parecer insignificante, y aparentemente inocuo para el contribuyente, visto con perspectiva, y multiplicado por miles de cargos que se han llevado su mordida de república centroafricana, hace que las facturas de todo lo público se vean engordadas hasta tal punto de pagar cada tornillo de hierro a precio de iridio. Nos hemos convertido en niños abandonados, sin referencias ni faros morales que eviten el naufragio, y es que más allá del daño económico infligido, especialmente sensible en los más débiles, lo que es imperdonable es que hayan robado la fe de la gente en la Democracia, esa palabra frágil, que se desvanece con apenas pronunciarla. Porque los servidores públicos parece que no han entendido el significado de estas dos palabras. Tal vez habría que explicarles que servidor no es sinónimo de saqueador, que público no significa barra libre para tirar con pólvora del rey en su propio beneficio y que una mayoría absoluta no es patente de corso para la imposición a base de decretazo, desoyendo con su prepotencia característica a sus conciudadanos. Y es que la democracia como sistema político sólo tiene sentido si facilita las herramientas necesarias al servicio de las personas en forma de instituciones que fomenten la igualdad de oportunidades. Cuando se limita simplemente a una consulta periódica, para más inri diseñada con objeto de perpetuar a los poderes fácticos, se convierte en una plutocracia encubierta, robando el sentido primigenio de este sistema de gobierno ya imperfecto per se. Y es que la desmemoria nos hace tropezar una y otra vez en la misma piedra. Si no, ¿Cómo se explica que, después de todo lo que sabemos, del trasiego continuo por los juzgados, del chorreo de recursos públicos derivados a gastos superfluos y sin sentido, todavía haya millones de personas que depositen su confianza en los mismos sinvergüenzas que nos han traído donde estamos? Se puede achacar a un electorado ciertamente envejecido que mamó una cultura dictatorial y conservadora, o a la rigidez de pensamiento propio de esos estadios postreros y a una sociedad acrítica, analfabeta, estúpida, estrecha de miras. Se podría justificar ese abanico de faltas en un agricultor de Las Hurdes que apenas supiera leer y escribir a primeros del Siglo XX, pero hoy en día el ignorante es voluntario, especialmente entre la población más joven. Tenemos una ínfima oportunidad de darle una bofetada en las urnas a lo hasta la extenuación mostrado como viejo, antiguo, inútil, corrupto, y seguimos igual. Yo me considero un librepensador, he votado creo que a todas las opciones políticas más o menos mayoritarias desde que he tenido la posibilidad de elegir y opté en su día por la opción que en conciencia creí iba a ser mejor para los intereses de mi país. Poniéndome en el pellejo de alguien de derechas, acérrimo del PP, o de un socialista de corazón, personalmente sería incapaz de darles el respaldo como MAL MENOR, o como medida preventiva simplemente para que no gobierne el de enfrente, o por el más vale lo malo conocido. Esto no es ir al peluquero, o comprarte un móvil por internet. Si han dejado claro por activa y por pasiva que menosprecian, engañan, saquean y juegan con el erario público como si fuera el casino de Estoril, y le sigo otorgando mi confianza en la urna, ¿En qué me convierte eso a mi? En un imbécil, o en un estómago agradecido, no se me ocurre otra opción. En todo caso, en cómplices de un delito en toda regla (con nuestro propio peculio, lo cual es de traca). Ya decía un autor muy conocido que España es un país de golfos y gilipollas: por cada golfo, cien mil gilipollas (me permito la licencia, Don Arturo) Es como si tuviera un hijo adolescente malcriado y manirroto, y me limitara a darle una regañina mientras le meto cincuenta euros en el bolsillo del pantalón. Todos los tiros no van a ir dirigidos, no obstante, a los mismos, pues los políticos no dejan de ser un reflejo de la sociedad que representan. La capacidad de autocrítica del español es cero, y es que una pandemia de cinismo asola todos los niveles de la pirámide: la ley del embudo del “españolisto”. Es desolador escuchar a la gente el típico “me dio la opción de no cobrarme el IVA en la instalación del aire acondicionado”. O el que está todo el santo día despotricando de los políticos, pero si tiene un accidente de tráfico, estira la baja como un chicle para sacar una mayor indemnización de la compañía de seguros, y así no ser el más tonto del barrio. Esos comportamientos ejercidos por millones de habitantes y aplicado, a su vez, a las grandes fortunas, junto a otros factores propios de la típica picaresca española, deriva en la situación en la que estamos. Y es que si podemos rascar tres, para qué vamos a rascar uno. “¿Es política el simple hecho de ocultarse en un chamizo a esperar a que escampe, y simplemente por inacción dejar que el resto se desgaste solito en batallas que no llevan a ningún sitio?” Yo creo sinceramente que los votantes necesitan, piden a gritos que les digan lo que quieren oír. Al igual que quien va al cine espera que, por muy dura que sea la historia, tenga un final feliz, y no llegar a casa con una sensación de derrota en el estómago, el ciudadano mata por que le inyecten ilusión. Como el maltratador en fase de cortejo después de darle una paliza a la parienta, que con mil lisonjas convence para que vuelva a confiar, el político cuando te necesita besará niños, abrazará ancianos, prometerá la luna y venderá a su madre con tal de que vuelvas a su redil. Y hartos de recibir siempre lo mismo, mentiras, bofetadas y que te falten constantemente al respeto, muchos seguimos yendo como borreguitos a depositar la misma papeleta de siempre, sólo para que no salga el de enfrente. Y así seguirá, porque los políticos, esos que manejan los hilos de esta ópera bufa que es el Sistema, no son más que el reflejo de una sociedad podrida. EL CINISMO. Los partidos usan las emociones de los seres humanos, la necesidad que tenemos de creer, con mayúsculas, para alcanzar sus objetivos. Mas no son entes abstractos, son personas de carne y hueso, con nombres y apellidos y las correspondientes rémoras adheridas a su cuerpo (los cortesanos del siglo XXI) Ellos se alimentan de nuestra pereza intelectual y estrechez de miras que nos caracteriza para alcanzar sus objetivos. Y es que en lo que no haya un movimiento que acabe u obligue a acabar con el Aparato tal como es, nada va a cambiar. Somos nosotros los que hemos de obligarles a tomar cartas en el asunto y, a base de bofetadas metafóricas, dejarles en la grada, como un futbolista que no rinde: en las urnas, principalmente, pero también en la calle diciendo NO a tantos atropellos indisimulados a nuestros derechos constitucionales. “¿De qué sirve cambiar los huevos si el cesto está podrido?” Una vez dijo un político de izquierdas que el sistema ha de dotarse de los mejores, y controlarlos como si fueran los peores. Este pensamiento resume perfectamente el criterio que ha de seguir el gran hermano de lo público.Los resortes de control institucional para el ciudadano de a pie que saca los pies del tiesto obviamente no son los mismos que los que se utilizan para esa casta intocable que son los diputados, senadores, reyes, ministros, concejales y toda esa larga lista de tecnócratas que gozan de patente de corso para hacer de su capa un sayo cuando les venga en gana, sin ninguna consecuencia que disuada realmente de comportamientos criminales. Esa doble vara de medir (o el palo al robagallinas) se muestra en la marea de corrupción a la que asistimos cada día, frente a la que no hay una respuesta dura, rápida y ejemplarizante por parte de unas instituciones que tan poco rentables salen al españolito de infantería. Precisamente los que más debieran estar sujetos por resortes de control claros y precisos, son los que están dotados de más blindaje frente a la Justicia. Aforamientos, indultos, permisos penitenciarios,y tercer grado injustificado son sólo algunas muestras, por no hablar de las presiones que reciben los magistrados o la capacidad de elegir o remover fiscales y jueces a su antojo.Tengo la teoría de que, en general, los principios que funcionan para los individuos, también lo hacen para las grandes organizaciones, los países, un banco, o una tienda de piensos de perro. Yo lo equiparo a las ondas concéntricas que se forman en el agua al tirar una piedra. Se ha demostrado que buena parte de los males que asolan esta tierra provienen del hecho de que los partidos políticos llegan con sus tentáculos a asfixiar todas y cada una de las instituciones públicas en las que gobiernan (o no). El proceso es hartamente conocido. Lo primero es el uso indiscriminado de los medios de comunicación públicos para mandar un mensaje a su imagen y semejanza, y convertirlo sibilinamente (o no tanto, véaseTelemadrid) en un panfleto que moldee opiniones, y vete pensamientos considerados como contrarios o poco apropiados. El siguiente paso es controlar el Poder Judicial, a base de posicionar a aquellos afines ideológicamente, que supuestamente vayan a dictar sentencias más acordes a sus intereses, y sean bien agradecidos con el que le ha señalado con el dedo para ocupar la poltrona de turno. Después se procede, gracias a que quien hace la ley, hace la trampa, a inundar la administración de cargos de confianza de libre designación que la dote de su deriva ideológica, y arrincone a los funcionarios de carrera que legítimamente ocupan su plaza a tareas sin importancia. Esos estómagos agradecidos, que se plegarán siempre y sin rechistar a las directrices del gobierno de turno, duplican cargos y roban la objetividad y el sentido de continuidad que es el leitmotiv del funcionariado, son el cáncer que ha asolado municipios como la Capital del Reino, que en cuestión de una década pasó a convertirse en el cortijo de unos cuantos que arrasaron inmisericordemente las arcas públicas sin ninguna consecuencia penal ni administrativa. Los partidos han premiado con sueldos mareantes la fidelidad perruna por encima del talento, convirtiendo a la administración de todos, empezando por el más alto nivel, en un nido de mediocres que toman decisiones sobre cuestiones tan importantes como su nivel de incompetencia. Y es que se ha demostrado una y otra vez, que ellos no se van a agarrar los machos. ¿por qué debieran hacerlo, si no es por una presión insoportable de la ciudadanía? Puro sentido del que menos abunda. El ser humano lleva todo dentro de sí: la corrupción, y la honestidad, el egoísmo y el altruismo, la violencia y la paz. Y básicamente nos mueven dos motores primarios: el placer y el miedo. El placer a través del sexo, el alcohol, las drogas, los bienes materiales, el arte… cada uno a lo suyo.Estoy convencido de que todos y cada uno de nosotros tenemos un precio, un demonio dentro que los satélites que orbitan alrededor de quienes toman las decisiones han sabido adaptar perfectamente para darle a cada uno la píldora adecuada. Probar las mieles del lujo y la abundancia económica ha hecho a muchos traspasar la línea y perder el norte. Las personas sopesan ventajas e inconvenientes, y las consecuencias que pueden derivar de las mismas. Si las consecuencias de la sirla fueran inmediatas, contundentes y claramente dañinas para su persona y patrimonio, los delincuentes de cuello blanco se cuidarían mucho de hacerlo, es pura lógica, ¿no?. Podría el miedo, como lo hace con el perro al que se provoca un calambrazo cada vez que toca la comida. Hoy en día, como está montado el tinglado, más que miedo, imagino que a determinados individuos les dará la risa (léase Fabra, ni un año de condena en un club de campo en el que le llamaban por megafonía como señor Fabra, o Jaume Matas, más tiempo en la enfermería leyendo filosofía que en prisión), y saldrán, si es que entran, para disfrutar de un patrimonio intacto y bien amachambrado en algún banco suizo, o en el paraíso fiscal de turno. Ese miedo terrible similar al que debieron sentir los bancos cuando fueron rescatados por todos tras la gran recesión, sin ninguna consecuencia tangible para los responsables, los cuales siguen ocupando consejos de administración y disfrutando de sus yates en Ibiza como si nada hubiera ocurrido. No son marginales, ni asociales, han sido educados en los mejores colegios, piden por favor el café en el bar, y abren la puerta del coche a las damas. No les verás atracar un furgón con una recortada, ni llevarán en el maletero diez kilos de cocaína, pero desde luego no están arrepentidos de lo que hacen, pues se sienten con el derecho de hacerlo, las normas son para los demás. Y en este punto, me pregunto si realmente es proporcional la pena que hoy en día se dicta contra el banquero que se carga la economía de un país respecto al daño que inflige, no tanto por la duración de la condena, que también, si no por el tipo. Yo me imagino compaginar la estancia en la cárcel con limpiar comedores sociales, dar de comer a indigentes, o desbrozar montes. Y desde luego, por pura lógica, ligar de forma inseparable la redención de penas, los permisos carcelarios y la obtención del tercer grado a la restitución TOTAL del daño causado, o sea, la devolución hasta el último céntimo del dinero que nos debe a todos. Pero es que tengo mucha imaginación. Es decir, realmente no termino de ver pánico, pijos repeinados en traje bajo las mesas correteando como conejos del miedo a que caiga sobre ellos todo el peso de la Justicia. Ese mismo miedo anteriormente referido, que usado adecuadamente puede ser el mejor guardián de la viña, trasladado a un electorado cerril con toda la maquinaria mediática puesta a pleno rendimiento puede ser el arma más valiosa de la caverna que desde hace tanto señorea nuestro territorio para poner cortafuegos a toda voluntad de que entre el aire fresco en esta habitación asfixiante. Y espero equivocarme cuando digo que estos movimientos sociales y políticos que en los últimos tiempos han sacudido el avispero institucional no van a lograr desbancar a los que llevan siglos agarrados a su poltrona como una garrapata. Empecé mi texto para dar fe de mi opinión acerca de un mal que corroe la sociedad y alimenta la corrupción como es el cinismo, pero es que nos asolan los siete pecados capitales, y habría que inventar unos cuantos más sólo para los españoles. Porque es notorio cómo la ira es otro motor que nos mueve a machacar al adversario hasta dejarlo sangrando en el suelo (real o metafóricamente) sólo porque piensa diferente, la envidia que invade al mediocre y trata de aplastar a todo aquel que sobresale por su talento y tenacidad, la pereza intelectual que delega a sabiendas en golfos y sinvergüenzas, y nos hace acríticos. Y este es mi panorama, mi visión personal del asunto. Alguno dirá que pesimista, que generalizar siempre te lleva a territorios que no abarcan toda la gama de colores existentes en la sociedad, que siempre hay que gente decente, decorosa, que lucha y no se arruga ante la injusticia. Estoy plenamente de acuerdo, pero el problema es que el malo al final siempre gana, aunque hagas que sangre su nariz en la lucha, la maldad por desgracia prevalece en el mundo, aunque haya mecanismos tardíos para tratar de aminorarla, o consuelos en los que guarecerse cuando pega fuerte el mar ahí fuera. Lo que es incuestionable es que hace falta reequilibrar el sistema, lo que los anglosajones llamarían checks and balances, para que las instituciones se limiten las unas a las otras, y la mecha que ha de iniciar todo ha de partir de la gente corriente. Muchas veces el debate se centra en lo económico como eje fundamental respecto al que gira todo lo demás, y creo que debiera ser al revés. Los cambios habría que enfocarlos como iniciar un plan de adelgazamiento: si cambias tus hábitos alimenticios, bebes agua, duermes mejor y haces ejercicio, los resultados vendrán por sí mismos. Iguales planteamientos son válidos para el Sistema: si se usa la lógica, y las instituciones funcionan como deben y los individuos nos comportamos como seres humanos, el aspecto económico prosperará. Sólo si nos damos cuenta de que los recursos son limitados, y que no nacen de los árboles, y de que los comportamientos egoístas a la larga nos llevan a los peores lugares como la crisis que nos asola desde hace ya nueve años, habría algo a lo que aferrarse en el futuro (aunque tenga poca fe en ello). Mi humilde conclusión es que si no somos capaces de aprender de los errores, y desmarcarnos como ciudadanos de los comportamientos políticos tantas veces denostados, no será posible regenerar la sociedad como es debido. El cosmos tiende al caos, al desorden, y la lucha para tratar de paliarlos es lo que nos mantiene en la brega, y da esperanza a todos aquellos que luchamos por crear un mundo mejor que hereden nuestros hijos, aunque en el fondo de nuestros corazones sintamos que no es posible. Seguiremos en la brecha. Por ella.