viernes, 13 de agosto de 2010

Modales

El otro día ví en un telediario un reportaje del lamentable aspecto que muestra el pantano de San Juan. Bolsas de basura, latas, litronas rotas, colillas y demás preciosidades adornaban la orilla de este paraje. Las imágenes eran como un imán, de esos sitios que te entran por los ojos, sí, cómo me apetece darme un baño al lado de un pañal usado flotando y luego sentarme en ese sillón rajado que algún camarada altrísta ha puesto dentro del agua para tomar el sol cómodamente. El caso es que la reportera hizo algunas entrevistas a usuarios de la zona, y curiosamente ninguno tiraba jamás nada al suelo, todos eran ciudadanos modelo, afiliados a Greenpeace desde hace diez años el que menos. Al rato, la chica se apostó con la cámara como un francotirador para comprobar con sus propios ojos si era verdad que estos personajes eran la reencarnación de Jacques Cousteau in person y, como podéis sospechar, el resultado es el esperado. Si tengo un lanzallamas a mano, os juro que las escenas de Salvar al Soldado Ryan se habrían quedado cortas...
Es que no me cabe en la cabeza. ¿Qué funciona mal en tu puta cabeza para ir paseando por la Casa de Campo, y tirar la lata de Aquarius en el suelo, o el paquete de tabaco? ¿Se han criado con cabras o qué? Si el ABC de la educación es no tirar desperdicios por ahí cual yonqui de Las Barranquillas, es que no llegamos ni a la A, a juzgar por cómo cuidamos nuestro entorno. No se puede ser más anormal.