sábado, 27 de abril de 2019

VOX. ¿UNA CASUALIDAD?

VOX no es una casualidad, ni el síntoma de que una parte de la sociedad se haya vuelto majareta. Tampoco es unas siglas, ni un color, o unos dirigentes. Es mucho más. VOX ha recogido una corriente social, hasta ahora soterrada, de hartazgo generalizado. Ha agarrado una bandera, le ha puesto nombre, apellidos, ha señalado problemas, los ha sacado a flote con luz y taquígrafos, y los ha soltado a los cuatro vientos. Mucha gente ha visto sus inquietudes y sufrimientos sobre el tapete, y ha comprado ese discurso. Otros han visto en sus axiomas sin complejos problemas que hasta ese momento ni se había planteado que lo fueran. Se han cuestionado lo que hasta ahora eran saltos de fe inquebrantables. Como hartamente se ha demostrado a lo largo de la historia, las tendencias de la sociedad son pendulares, y cuando el equilibrio homeostático desaparece, surgen fuerzas contrarias que retoman el balance como en el cuerpo humano, en ocasiones pasándose de frenada. Nuestro país requiere urgentemente de una segunda transición, una regeneración a todos los niveles que relance los valores humanos atemporales. Muchos nos hemos convertido en niños consentidos, para los que sólo cuentan los derechos, nunca las obligaciones. Hemos vivido demasiado tiempo con el mundo del revés: con servidores públicos sin vocación de servicio, padres que no educan, políticos que parasitan.
Con una élite cuyos únicos mantras han sido el saqueo, el latrocinio, el trile, la sirla, que han mandado un nefasto mensaje descendente que muchos han hecho propio. Por otro lado, hay que asumir sin miedo que la sociedad ha cambiado, y las instituciones públicas, así como las normas, han de adaptarse a los tiempos que corren. Nos hemos convertido en un país débil y asustadizo con los que socavan la convivencia, más preocupados en que nos llamen xenófobos, inhumanos, intolerantes o racistas que de defender lo que de verdad importa. Y eso, es letal. Los lobos han visto en nuestro territorio su medio natural, pisotean los límites de la ley con absoluta chulería, mientras permanecemos ajenos como niños asustados bajo la sábana, esperando que venga mamá a salvarnos del coco. Porque si a un depredador le dejas terreno libre, hace lo propio de su condición; como si a un niño consentido e insolidario le dejas patente de corso para hacer lo que le de la gana (¿le suena un territorio triangular en el noreste de la piel de toro?) VOX ha puesto foco sobre cuestiones que hasta ahora nadie se atrevía a airear, por miedo (más que fundado, por otro lado) a recibir el más terrible de los castigos mediáticos o sociales: sobre las brutales injusticias que está provocando la Ley Integral de Violencia de Género, y toda la corriente de radicalismo aparejada, el despilfarro de las administraciones públicas, el poder omnímodo de los partidos políticos, el nazismo propio del independentismo radical en Cataluña y País Vasco, la laxitud de las instituciones a la hora de defender nuestras fronteras de las violaciones a las que se ven sometidas, la desigualdad entre territorios en el reparto de los recursos y un largo etcétera. Y es que es una vergüenza que los que han de defendernos, por su buenismo y miedo el qué dirán, nos deje al albur de las alimañas. Que todavía se cuestione y esté en el aire una herramienta fundamental de todo estado de derecho como es la Prisión Permanente Revisable. Que no haya mecanismos firmes y prestos para echar de nuestro territorio a aquellos que, con su comportamiento, han demostrado ampliamente que han venido a parasitarnos en lugar de a sumar. A los que, en lugar de integrarse, vienen a imponer sus costumbres, exhibiendo sin ningún pudor su intolerancia hacia nuestra forma de vida. Es fundamental generar un nuevo proyecto de país, ilusionante, con orgullo de lo propio y espíritu crítico como premisa fundamental para desmantelar todo lo que hasta ahora se ha demostrado no funciona. Dar un impulso renovador con valores intemporales para devolver la ilusión a la sociedad. Y es que VOX no es una anomalía de la historia como quieren ver algunos, como Trump tampoco lo es, ni Salvini, ni Orban, ni el Brexit. Responden a un fracaso colectivo y a que hemos llegado a un callejón sin salida, y muchos debieran asumir su responsabilidad, en lugar de ir metiendo a la gente el miedo en el cuerpo. Ahora a llorar a a casita, si es que toca.

martes, 6 de noviembre de 2018

Reflejo de cambio.

Estaba leyendo el interesantísimo libro del brillante criminólogo Vicente Garrido, “Los hijos tiranos”, y me ha llevado a otros derroteros respecto a la sociedad a la que nos dirigimos, y no muy halagüeños precisamente. Garrido parte de la hipótesis de que, por varios motivos, hoy en día las familias somos menos competentes en la crianza de la prole, lo cual resulta sorprendente siendo la generación más preparada de la historia académicamente hablando y el nivel de bienestar es mucho más alto que el de nuestros padres o abuelos. Pero hay factores múltiples que obran en contra de una crianza adecuada (y esto ya es de mi cosecha) Creamos una sociedad demasiado confortable para el jovenzuelo, en la que imperaba lo fácil e inmediato, poco dado a aguantar la frustración, la demora, el trabajo duro, el sacrificio, en la que a los jóvenes poco o nada se les exige hasta el fin de sus estudios académicos. Tanta seguridad, sin referencias de lo que ha costado llegar donde estamos ahora, sin haber sufrido carencias ni grandes penalidades, no es bueno. Sin el testimonio de nuestros abuelos que sí supieron de la guerra, el hambre, las estrecheces, de esa generación en la que la solidaridad era la piedra angular en la que se basaba la convivencia, por pura necesidad. En la que era la COMUNIDAD la que se encargaba de criar a las nuevas generaciones y las familias no vivían tan encerradas en sí mismas, en sus pisos o urbanizaciones privadas. Falta la memoria de esa generación que poco a poco va desapareciendo y que podía hablar de cartillas de racionamiento, de trabajo infantil, de frío o de hermanos e hijos muertos por enfermedades hoy erradicadas. Existía la muerte y el sufrimiento porque formaba parte del pan nuestro de cada día, y era asumido con total naturalidad como una parte más de la existencia. Hoy en día sobreprotegemos a los pequeños en un capullo en mi opinión demasiado confortable, que no prepara para los reveses que tarde o temprano la vida va a infligirles, viéndose desvalidos y asustados frente a retos tan importantes como la falta de oferta laboral, la inmigración y la violencia incipiente en la sociedad. Hace unos pocos lustros, la madre estaba presente para monitorizar a los hijos. Esa parte fundamental se ha perdido con la inclusión de la mujer en el mercado laboral, y la obligatoriedad en gran parte de las familias de ingresar dos sueldos debido al desaforado encarecimiento de la vida. Hoy, con apenas unos pocos meses los hijos son colocados en una guardería si hay recursos para poder sufragarla, o si no, bajo el cuidado de unos cansados abuelos que altruístamente se “ofrecen” a ocupar un espacio que no les corresponde por edad y energías mientras que sus hijos andan ocupados en pagar las facturas. Este dato es dramático si nos referimos a familias inmigrantes, cuyos cónyuges que ven obligados a afrontar jornadas maratonianas en oficios de baja cualificación, dejando a los críos solos muchas horas, o al cuidado de una institución benéfica, un familiar o un vecino. Por no hablar de las familias monoparentales, en las que la madre se ve obligada a llevar la carga casi completa, y en la que la falta de una figura paterna conlleva en innumerables ocasiones graves problemas de disciplina en los menores. Es indiscutible que la figura materna ha sido a lo largo de la Historia una pieza clave sobre la que se asentaba la estabilidad de la familia. Sin negar su derecho legítimo a desarrollar una carrera profesional digna, mi opinión es que su ausencia, o la ausencia de uno de los progenitores para estar presente en la vida de los hijos, ha supuesto un grave hándicap en la interiorización de los valores de la sociedad por parte de las nuevas generaciones, las cuales pasan más tiempo en actividades extraescolares o en compañía de una PlayStation que haciendo vida familiar. Algo falla en este mundo si nuestros hijos pasan más tiempo “colocados” en algún sitio que con sus propios progenitores, pero la rueda de la economía ha de seguir girando. Otra grave amenaza que se cierne a la vuelta de la esquina es una crisis demográfica descomunal y las terribles consecuencias que a medio y largo plazo tendrá para nuestra nación, claramente motivada por una dinámica vital claramente incompatible con tener descendencia: jornadas laborales maratonianas cada vez más enfocadas al sector servicios, que con la liberalización de horarios comerciales hace un acto de heroicidad plantearse tener más de un hijo por hogar. A lo que hay que sumar un descenso de la capacidad adquisitiva debido a los sueldos cada vez más exiguos y la subida de precios generalizada, especialmente asociada a bienes de primera necesidad: gasóleo, luz, gas, casa y comida se llevan la inmensa mayoría de los recursos que entran en los hogares españoles, dejando muy poco margen para lujos asiáticos del tipo “tener un vástago”. La tasa de reposición sólo se cumple en el caso de los inmigrantes, los cuales en cuestión de una generación van a pegar un salto descomunal en términos cuantitativos, con las consecuencias tan perniciosas que ello acarrea. La capacidad de asimilación de nuevos integrantes de culturas tan dispares entre sí y al tiempo diferentes a la nuestra es limitada, y hoy en día se está viendo completamente desbordada con las oleadas de nuevos inmigrantes que, tanto legal como ilegalmente, asedian nuestro país. No hay nación que soporte tasas de inmigración semejantes, que reduce el suelto medio por la competencia tan tremenda para lograr un trabajo, y absorbe gran parte de las ayudas de las distintas administraciones, las cuales quedan prácticamente limitadas en colectivos nacionales a los estratos de clase baja, haciendo que el resto vean, a su vez, reducida su capacidad adquisitiva “de facto”. Por no hablar de las listas de espera en los hospitales públicos, cuya atención es cada vez más deficiente (las salas de urgencias dan ganas de llorar), y la degradación incipiente de los barrios humildes de las grandes urbes, convertidos cada vez más en guetos de inmigración donde el nacional a día de hoy es el extranjero (doy fe de primera mano). Yo uso el ejemplo de los equipos de fútbol: cuando la base es el jugador nacional, el canterano que lleva el escudo sellado en el corazón, y se ficha extranjeros seleccionados y de calidad, los resultados salen. Un Frankenstein hecho de retales mercenarios, jamás va a tener la cohesión de aquél. Desde luego, no seré yo quien niegue el legítimo y honorable derecho de todo ser humano de intentar buscar un futuro mejor para él y su familia, faltaría más. Pero contra ese deseo, está el derecho de los ciudadanos de aquí de no sufrir las consecuencias de semejante descontrol migratorio. Y de que tanto las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, con el Ejército si es necesario, blinden mi frontera para que no sea violada cada día y sus funcionarios agredidos impúnemente. Pero como asumir un control sin complejos de nuestros límites territoriales hoy en día es de fascistas; si dices que muchos inmigrantes de los que han llegado son de un muy baja cultura y cualificación, eres un facha y si ver como una amenaza a los valores occidentales la colonización de determinadas zonas por parte de musulmanes con ideas intolerantes, es de ser un indeseable, éste es el resultado. Basta ya de ocultar la verdad: hay barrios en nuestro territorio nacional que a día de hoy no pueden ser pisados por un no árabe so pena de amenaza grave a su vida o integridad física (o si no, dese una vuelta por el barrio del Príncipe en Ceuta o la Cañada en Melilla, o sin irte muy lejos, en determinadas poblaciones de Cataluña, donde se están creando zonas NO GO en los que impera la Sharia). Se da la circunstancia de que las políticas de Pujol encaminadas a atraer más inmigración árabe en detrimento de la latinoamericana le está saliendo claramente por la culata, con una importantísima implantación de la ideología salafista, antesala del yihadismo más sanguinario. Hay centros de culto, mezquitas y madrasas en las que se está predicando la intolerancia y el odio impunemente y como algo normalizado, por imanes que no saben ni hablar castellano provenientes de lugares donde los derechos humanos se los pasan por el forro y siempre en detrimento de nuestros valores más sagrados, herencia de siglos de conocimiento acumulado. La calidad de vida de las grandes ciudades fuera de las zonas de alto nivel adquisitivo cada vez está más degradada, hay más delincuencia y comportamientos antisociales, por no hablar que gran parte de los delitos relacionados con la violencia de género (y del resto) proviene de extranjeros o con origen no nacional (esto también está prohibido decirlo) Se promueve la economía sumergida, se disparan los delitos contra la propiedad industrial frente a los que no se hace nada, un problema de soberanas dimensiones de manteros en zonas turísticas tanto de costa como en la capital, por no hablar de la intolerable ligereza con la que se está abordando el gravísimo ataque a nuestra soberanía sufrido en Cataluña, de tan timoratos, débiles y veleidosos en la toma de decisiones. Vamos de proa al iceberg, y no sé en qué se va a materializar, pero algo muy malo está llegando, y no hablo sólo de España, creo sinceramente que el Mundo va por unos derroteros muy peligrosos. Los políticos, siempre cambiantes, cobardes, mediocres y farisaicos, se empeñan en la táctica del avestruz, incapaces de coger el toro por los cuernos, y, salvo excepciones, llamar a las cosas por su nombre. Más preocupados porque no les llamen xenófobos que por gestionar adecuadamente nuestros límites territoriales y NUESTROS impuestos. Más preocupados por las próximas elecciones, que por el bien a largo plazo de sus ciudadanos. Y se empeñan en engañar, falsear, maquillar los datos y repetir una mentira hasta la saciedad hasta convertirla en realidad. La gente no está mejor, y la crisis económica tan grave provocada por psicópatas sin escrúpulos que estamos pagando todos y cada uno de los ciudadanos de a pie con nuestro sudor y sacrificio está para quedarse. Con la excusa de crear empleo, han machacado los derechos laborales de los trabajadores, disminuido sueldo, aumentado la carga de trabajo y cercenado cualquier atisbo de resistencia. Con lo que nos estamos convirtiendo, por arte de magia de políticos corruptos y banqueros sin escrúpulos, en remeros de galera romana, condenados a estar encadenados a trabajos basura para poder llevar el plato de comida a la prole, sin capacidad de réplica y con unos sindicatos que achantan a la sombra para mantener sus subvenciones y liberados profesionales. Una perspectiva preciosa para mi hija, sí señor. Con el advenimiento de la crisis se creó un caldo de cultivo magnífico para la presencia de una figura fundamental en los órganos directivos de las empresas: el psicópata o tiburón, tipo sin escrúpulos encargado por la patronal de hacer el trabajo sucio, es decir, purgar puestos de trabajo “prescindibles” y sembrar el terror en las organizaciones a golpe de dentellada, liberados ahora de las ataduras en el que se vieron sumidos por las políticas del estado del bienestar. A día de hoy el “currito” sólo tiene derecho a guardar silencio, y besar el suelo que pisa el empresario que le mantiene en su puesto. Y dando gracias. El caso es que éste es un patrón que ha venido para quedarse, porque funciona. El miedo guarda la viña, reza el dicho. Y mientras, el remero agacha las orejas, obediente por la cuenta que le trae y anestesiado de tanta bazofia en la que nada la vida política hoy en día. Luego, nos escandalizamos si Trump gobierna en EEUU, prospera el Brexit en Reino Unido, o ante el advenimiento de ideologías extremistas en Europa. Esto es sólo el principio. Como cayeron todos los grandes imperios, estamos siendo testigos del derrumbe de Occidente tal cual lo conocimos, y además a un ritmo vertiginoso, como todo en los tiempos que corren. Espero no estar aquí para ver el final. Y desde luego, esos chavales arropados y protegidos de los que hablaba al principio van a tener que adaptarse a un mundo muy diferente. El que ya está viniendo.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Duele España, o lo que queda de ella.

A día de hoy, es imposible mirar a España con ojos de optimismo. Me viene a la memoria una anécdota en una entrevista que le hicieron a Fernando Fernán Gómez, en el que el periodista le preguntó ¿Es usted feliz? A lo que el siempre cascarrabias actor le respondió algo así como “¿Se está usted quedando conmigo?” Éste sí que sabía lo que es ser un español lúcido. Realmente, nunca hemos terminado de consolidar completamente el potencial que se nos supone, entre otras cosas porque somos un país con igual talento para la épica y para el estropicio. Me mueve a escribir estas líneas al tiempo la impotencia y la indignación. Se puede hacer nada o muy poco, salvo desahogarse dándole a la tecla. Vivimos perdidos en eternas y sucesivas cortinas de humo que nos mantienen en un trance del que no logramos salir. Somos imbéciles, pero he de reconocer que nos ayudan sobremanera a mantenernos en nuestra estupidez. ¿O es miedo? Se ha instaurado una caza de brujas en la vida política que está dejando al inquisidor Torquemada a la altura de un ratoncito de campo. Ahora, todos nosotros con un simple móvil nos podemos convertir en un pequeño Himmler, cruel, despiadado y, lo mejor, sin necesidad de dar la cara para rendir cuentas de las blasfemias, injurias y exabruptos vertidos. Aunque supongo que Twitter no deja de ser el reflejo de lo que es el ser humano cuando nadie le mira: vil, mentiroso, despiadado y cobarde. Eso sí, somos especialistas en el despelleje sin cuartel por las minucias más insignificantes, dejando a un lado lo verdaderamente importante: lo que me da o quita de comer, eso es intrascendente, tan sobrados vamos aquí de recursos que nos podemos permitir el lujo de malgastar el tiempo en este tipo de gilipolleces. Algún optimista irredento dirá que soy un poquito exagerado. Yo le respondería que soy español, tengo ojos en la cara, libros en la memoria y unos cuantos costalazos a mis espaldas. No ser un pesimista congénito hoy en día en esta santa piel de toro supone un acto de fe que, la verdad, no sé si me apetece. Lo peor de todo no es que haya mediocridad donde debiera haber excelencia. No. El problema es dónde está colocada (o la hemos colocado, más bien) ¡Estos imbéciles manejan nuestro dinero! Presupuestos de miles de millones de euros en manos de personajes cuyo único mérito es portar el carnet de un partido político. Esta clase de burócratas tramposos e incompetentes es donde desembocan la inmensa mayoría de los males que asolan el panorama actual. La corrupción en las universidades, la caída de las cajas de ahorros, el saqueo de las arcas públicas, un sistema educativo que hace aguas, una sanidad que va de mal en peor, la burbuja de la vivienda, el precio desorbitado de los suministros básicos, la desmantelación de la integridad territorial de España, la inmigración descontrolada. ¿Sigo? Con todo, lo peor, siendo catastrófico, no es lo señalado. No. Lo peor es haber acabado con un proyecto de país, el haber liquidado la moral de la sangre joven, empujándola a buscar nuevos horizontes allá donde pueden aspirar a algo más que a poner cafés en un Starbucks (eso sí, con la formación sufragada por nosotros, los alemanes tan felices) Es habernos dejado sin referencias morales en las que reflejarnos, sin faros éticos que muestren el camino de la rectitud. En lugar de eso, la vida pública se ha convertido en una carrera del lince para ver quién es el que encuentra el atajo más corto para llegar al objetivo, demostrando una vez más que las normas son sólo para los pringados. Con esas lamentables referencias. ¿Qué motivación le queda al españolito de a pie para ser decente? ¿Para pagar el IVA en el taller, o al albañil que repara el baño, si lo único que ve en los poderosos es inmundicia y falta de escrúpulos? Estamos en manos de psicópatas, a los que les importamos una mierda, salvo en calidad de pagadores de impuestos o remeros en sus galeras. Este proyecto de país que rozó la gloria con la punta de los dedos, se ha convertido, con mi permiso y el de usted, por nuestra pasividad, analfabetismo y cobardía, en una fétida cloaca. Estamos tan de mierda hasta el cuello, que ya ni la olemos. Y de vez en cuando, si ven que despertamos, nos tiran una bomba de humo tipo Valle de los Caídos, volviéndonos a sumir en un sueño placentero en el tren de camino al trabajo, que casi agradecemos para así dejar de plantearnos seriamente la puta mierda de país en que nos hemos convertido.

domingo, 25 de marzo de 2018

¿Justicia?

La banalidad del mal. El sinsentido para las personas corrientes de actos que la mayoría sería incapaz de acometer nos conmueve, nos fascina, nos sorprende, nos indigna, todo a la vez. Voy a hablar de la violencia, pero esta vez de la que nunca se habla y muchos varones sufren en silencio. El porqué del comportamiento de los seres humanos siempre me ha producido una atracción irresistible, aunque siempre llegue a la misma conclusión. ¿Quién lo sabe?.¿ Quién es capaz de meterse en el alma y espíritu de un asesino, un violador, un pederasta? Todos los análisis son insuficientes para tratar de desentrañar la raíz del comportamiento humano, ese ser impredecible y al tiempo fascinante, capaz de inventar el avión y después usarlo para tirar a sus congéneres a un mar infestado de tiburones. La libertad y la ventaja evolutiva que nos ha aportado el raciocinio es al tiempo un instrumento magnífico y una condena, nos convierte en seres tan perdidos ante la avalancha de información a nuestro alcance y las inmensas posibilidades que nos brinda la tecnología que entramos en cortocircuito. La papeleta vital en una sociedad desarrollada es de aúpa. Vivir cada vez es más complicado y saber vivir se ha convertido en un arte eternamente inacabado propio de un fino artesano. Me da la impresión de que el ser humano del siglo XXI , navega unas aguas muy turbulentas. La falta de respuestas a tantas preguntas que en tiempos pasados respondía el párroco en el púlpito los domingos por la mañana nos está volviendo locos. Lo creo sinceramente. El Orfidal es la Biblia de hoy en día. Lo mismo que los ramalazos modernos por el deporte extremo y el culto al cuerpo, los juegos on line, el tabaco, las páginas porno. Necesitamos de vías de evacuación como las ollas exprés una espita, simplemente para no explotar en un mundo en el que nos manejamos en la eterna contención, portando una careta de normalidad que esconde esa bestia disfrazada de normas que cuando sale es aterradora. En lo ininteligible del comportamiento humano vaga mi mente cuando llega el asesinato del pececillo Gabriel a manos de la pareja de su padre y que tanto ha sacudido la opinión pública. Ingentes horas de debate y tecla se han gastado en intentar desentrañar el móvil, por qué una persona adulta acaba de manera tan vil con un ser indefenso y al tiempo tan inocente. Se habla de celos, de dinero, de locura… Mi opinión es que es tan sencillo y complejo al tiempo como que estamos rodeados de seres maléficos: el mal existe, genuino y carnal. Puede ser lo mismo la charcutera del barrio, que el conductor del autobús o un profesor de la universidad, ya va siendo hora de que deje de impactarnos la idea de que hay personas demoníacas a nuestro alrededor, lo mismo que no nos sorprende que salga el sol por la mañana. Esta mujer dominicana es una psicópata de manual que lleva ejerciendo como tal desde que se le conoce historial, una más del cinco o diez por ciento de su especie que conviven con nosotros a diario en nuestro trabajo, el gimnasio o las clases de cocina. La mayoría no llegará tan lejos como ella, y su violencia la ejercerá sin traspasar ese límite que tan bien conocen por tan frecuentado. Lo suyo es la destrucción por goteo, sibilina y soterrada, de todo aquel que le suponga un obstáculo en su vida por el motivo que sea: lo mismo una ex pareja, que un compañero de trabajo que le haga sombra. Sólo unos pocos de entre ellos llegarán a Ted Bundy. Se alimentan del ejercicio del control sobre todos aquellos a los que pretenden destruir, y el único sentimiento genuino que albergan es la ira. No soltarán la presa hasta que quede plenamente devastada. Centrándonos en las mujeres, hoy en día ser mujer, madre y psicópata es una amenaza para su entorno equivalente a las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas. A la facultad propia de ejercer el mal de algunas personas del sexo femenino por goteo de baja intensidad hay que unir la patente de corso que atesoran cuando se trata de enfrentarse al sistema judicial, ya sea por una separación, un divorcio o la lucha por la custodia de los hijos. ¿Conocen algún caso de una mujer que se haya quedado en la calle tras una separación con hijos de por medio? Les doy un día y medio para pensarlo. No necesitan derramar ni una gota de sangre, ni hematomas ni lesión física alguna para dejar al contrario para tirarlo al cantón de limpieza. En nuestros días, además, gozan de aliados inestimables: un sistema institucional que por querer solucionar el problema de la violencia que ejercen ciertos hombres sobre las mujeres, han abierto otro frente silencioso pero no por ello menos grave: el de los hombres machacados laboral, económica y emocionalmente por féminas que usan esas armas de destrucción masiva que el sistema le proporciona para, impunemente, reducir a escombros a un ser humano, aún a costa de sus propios hijos. Alucinante. ¿Verdad?. Pero tan cierto como que estoy escribiendo estas líneas ahora mismo. Fíjense ustedes el caso de un amigo. Separado hace dos años, debió recurrir al sistema judicial por la nula voluntad de negociación de su ex pareja para llegar a una entente cordial (lógico, sabe lo que hay), que “bien” asesorada por abogados con menos escrúpulos que un escorpión africano, ha dejado literalmente desplumado. Esto no es una exageración, con cuarenta y cinco años que arrastra, le pide dos euros a sus padres para que sus hijas cuando están con él puedan comprarse unas gominolas. ¡¡Tela!! La señora jueza, ejerciendo la potestad que le ampara y le convierte en la figura más cercana a dios que existe sobre la faz de la tierra no ha dictado una sentencia, básicamente ha condenado a mi amigo a la indigencia, ejerciendo un, como mínimo, particular concepto de la Justicia. Mi amigo come gracias a la caridad de su familia y echa gasoil al coche con el dinero que le pasa su madre. Por si esto no fuera suficiente, además ha de aguantar la alienación parental a las que somete a su descendencia en común, el acoso psicológico continuado en forma de mails, WhatsApp, llamadas y las constantes provocaciones en los intercambios de las criaturas a sabiendas de que juega con una mano ganadora en todo momento y que cualquier movimiento en falso de la contraparte acabaría con sus huesos en el calabozo. En resumen, el SISTEMA ha puesto a disposición de una verdadera HIJA DE LA GRAN PUTA misiles nucleares que ha usado a discreción y sin piedad para acabar con la vida de mi amigo en todos y cada uno de sus aspectos (salvo en su dignidad, esa sigue intacta). ¿O ustedes piensan que una separación (con las circunstancias que medien, me da igual, salvo violencia que no es el caso) es motivo o da el derecho a un ser humano sea del sexo que sea a machacar a otro y reducirle a polvo, usando la descendencia en el proceso? La bandera reivindicativa que en los últimos tiempos tanto enarbolan unos y otras de una legítima igualdad de sexos se está viendo manchada por casos de flagrantes injusticias infligidas a hombres sólo por el mero hecho de serlo. Se está pasando de un extremo en el que la mujer se veía desprotegida ante la violencia gratuita de muchos varones, al lado contrario en apenas treinta años. Suena más a una venganza lenta y maquiavélica que a un afán de justicia social igualitaria. A una revancha, más que a tender puentes de convivencia. Da miedo. Ser varón hoy en día y tener que enfrentarse a los envites de una mala pécora que quiera llevar al extremo su vendetta contra ti puede llevar al abismo más profundo, a convertir a un ser humano en un menesteroso. Porque si, señores, ya es hora de decirlo. Es perfectamente compatible ser mujer, madre y separada y al tiempo una perfecta hija de perra. Ser madre no convierte a una mujer en la Virgen María. Estar separada o que le deje el varón no significa que sea Teresa de Calcuta, tener vulva no les convierte en el sexo débil y que mueran cuarenta y tantas mujeres a manos de sus parejas o ex parejas cada año no las convierte automáticamente a todas en víctimas per se. Y que conste, reniego de cualquier tipo de violencia, pero basta ya de partir de falsos estereotipos. Porque las mujeres, a su manera y con los instrumentos adecuados pueden dañar más que una puñalada, no todo ha de reducirse a lesiones y sangre. ¿Quién protege al varón de las lesiones del alma?. ¿Cuántos han acabado suicidándose porque se han visto indefensos y no han podido aguantar más el acoso psicológico al que impunemente les ha sometido una ex pareja? Esas estadísticas supongo que no interesa que salgan a la luz pública. Y daré otro paso más. Sin justificar, repito, sin justificar en absoluto el uso de la fuerza. ¿Cuántos casos de violencia machista tienen su raíz en haber llevado al hombre al extremo? ¿A que la otra parte haya usado a los hijos para atacarles, a que se hayan visto desplumados, triturados psicológicamente y arrastrados a un estado de extrema desesperación? Llegar a la raíz de la violencia es analizar cada uno de los aspectos involucrados en la misma, no poniendo siempre el foco en el varón que se le “va la olla” y comete una atrocidad. Eso, señores y señoras, es un error claro de sesgo y no ayuda en nada a solucionar esa lacra que es la violencia familiar, venga de donde venga. Ya va siendo hora de dar luz y taquígrafo a una verdad que nadie se atreve a afrontar por miedo (y con razón) a que la sociedad ,con su ola de feminismo hipócrita y mal entendido, te pase por encima como un tsunami. Estamos pisando un terreno muy peligroso, que fomenta la hostilidad, en lugar de aminorarla. Y a los hechos me remito: desde que se instauró la Ley de Violencia de Género, no ha bajado en absoluto la cifra anual de muertas por este motivo. ¿Nadie lo ve? Estamos obligados como sociedad a analizar muy seriamente los errores garrafales en los que estamos incurriendo, pues estamos vistiendo un santo desvistiendo otro. Me da la impresión de que si no rectificamos, algún día se recordará esta época como el nazismo, en el que un chivo expiatorio fue masacrado sin motivo ni razón en aras de una causa supuestamente superior. Para muchos varones será tarde ya. No busquen explicación al comportamiento humano, sólo póngale límites para no alimentar la bestia oculta que muchos llevamos dentro.

domingo, 8 de octubre de 2017

Narco: un negocio lucrativo.

Según el periódico EL CONFIDENCIAL, 11.155 homicidios han ocurrido en México en los primeros cinco meses del presente año, de acuerdo a los datos oficiales, algo más de un 30% superior a las cifras del mismo periodo de 2016 y un número que de seguir esta tendencia va camino de pulverizar el récord de 27.213 muertos en 2011, año en el que México mantenía oficialmente una guerra contra el narco. De media van 74 asesinatos al día o, visto de otro modo, un muerto aproximadamente cada 20 minutos entre enero y mayo de 2017, buena parte de los cuales tienen una relación directa o indirecta con los cárteles de la droga, a lo que habría que añadir todo el catálogo de delitos asociados al mismo: secuestros, extorsiones, sobornos, blanqueamiento de capitales y un largo etcétera difícil de cuantificar. En pocas palabras, la putrefacción del sistema. Al parecer, sólo el Estado Mexicano gasta en combatir el narco 9 mil millones de dólares al año, cifra que casi empata al gasto del gobierno en desarrollo social (Fuente, Michoacan 3.0, año 2015). Según un artículo de la BBC del pasado año 2016, el tráfico de drogas a nivel mundial mueve anualmente alrededor de 320 mil millones de dólares. En EEUU, los muertos como consecuencia del consumo de opiáceos se ha convertido en una auténtica pandemia nacional: la población comienza con fármacos legales como el Bicodín (¿recuerdas al Dr House?), y termina chutándose caballo en el mercado ilegal. De hecho, 91 estadounidenses mueren diariamente por esta causa, superando como causa de fallecimiento a las armas de fuego y los accidentes de tráfico. ¡Increíble! Estas cifras tienen relación directa con gestos rutinarios y aparentemente inocuos para muchos jóvenes (y no tan jóvenes) en los países occidentales: meterse una raya de cocaína por la nariz, fumarse un cañardo de hachís o comerse una pirula de éxtasis a lo largo del fin de semana. ¿Realmente toda esta gente repara en el significado real, y las consecuencias derivadas de gestos tan a la orden del día como los que acabo de enumerar? Porque cada “tirito” de “farlopa” que se “enchufa” Fulanito pone su granito de arena a una parcela de muerte, tortura, violencia, corrupción inconmensurables a lo largo y ancho del Mundo. Para que un gilipollas cualquiera pueda fumarse su porrito vespertino, una cadena de esclavitud con olor a muerte ha sido puesta en marcha con sus múltiples engranajes. Es indiferente la inyección de recursos de todo tipo dedicados por los gobiernos: si hay un mercado que demanda cada vez más “viajes extraterrenos”, los esfuerzos son baldíos, una batalla perdida. Sólo la concienciación entre los más jóvenes, invertir en educación desde la base informando a los niños de las consecuencias personales y sociales del consumo y tráfico de estupefacientes puede salvarnos de esta epidemia. ¿Tal vez una legalización bien meditada y controlada? Esta es una problemática que da lugar a un extenso debate que entronca con muchas otras cuestiones pendientes y en las que pocos reparan, como es el lucro que obtienen los propios estados de una manera soterrada del lavado de dinero negro (más bien rojo sangre) derivado del narcotráfico, de las mordidas a funcionarios que degradan la labor pública y arrastra al terreno del delincuente al que debiera combatirlo o la creación de auténticos drogadictos con receta por parte de las multinacionales farmacéuticas y los médicos que las expenden. Por no hablar de la hipocresía de la sociedad respecto a actividades “poco presentables”: nadie se mete nada, nadie se va de putas, nadie se salta un semáforo, pero el primer negocio “confidencial” es el narco, el tercero, la trata de blancas y sólo el Ayuntamiento de Madrid puso cerca de tres millones de denuncias de tráfico durante el año 2016. Al menos esto último llena me llena el plato de garbanzos.

sábado, 17 de junio de 2017

La guerra que viene

Que nadie se engañe. Estamos en plena caída del Imperio Romano. Los bárbaros no es que acechen ahí fuera, ya están aquí (voz de niña de Poltergeist). Todavía el animal pega coletazos, pero la bestia le tiene agarrado por la yugular, y no va a soltar hasta que deje de respirar. Estamos heridos de muerte, jadeantes ante lo inminente. Te engañaría si dijera que poseo una bola de cristal en la que observo el devenir de la Humanidad: no sé si será un estado islámico que nos devuelva a la Edad Media en fanatismo y oscuridad, un imperio asiático regido por China, o directamente la destrucción en un apocalipsis climático porque el planeta diga basta y nos convierta a todos en polvo cósmico. Sólo echa un ojo a tu alrededor: Macron en Francia, Putin en Rusia, Trump en EEUU no son casualidades. Como no lo es la caída de las Torres Gemelas, la Gran Crisis desde 2007, el Brexit o el naufragio del Costa Concordia. Son termómetros que marcan los derroteros hacia los que se dirige la Raza Humana., la hoja de ruta que nos lleva de proa directos hacia el iceberg. Hasta el año ochenta y nueve del pasado siglo el equilibrio de fuerzas entre los dos bloques, occidental y comunista, mantenía a raya la codicia. Después, el MAL, sin una amenaza clara que le atara los machos, volvió a campar a sus anchas por la campiña francesa. Mi teoría es que, al igual que Hitler habría sido una anécdota graciosa en la Historia de la Humanidad sin esa feroz crisis económica, hoy en día lacras como la yihad en Europa no tendrían sentido sin las crecientes desigualdades que nos asolan. De nuevo, todo un clásico en la Historia: la avaricia se ha impuesto al bien común y la fragmentación del poder en los tiempos actuales (recomiendo leer “el fin del poder", de Moisés Naim) impide remar en la misma dirección en cuestiones críticas como es el cambio climático, el afrontamiento de la crisis financiera, la política migratoria o la política armamentística. Hay algo intrínsecamente podrido en el Sistema si, voluntaria y conscientemente,se deja atrás a los más débiles para salvar a los de siempre, corriendo el peligro de que aquellos se harten de sufrir y peleen. Y son muchos más. Que se lo digan a María Antonieta o al zar Nicolás II, Dios los acoja en su seno. Y en este espacio me quiero centrar en los ciudadanos de origen árabe, en su mayoría de religión islámica (aunque en buena parte el planteamiento es extrapolable a otras culturas) Cuando no se dan alternativas en la sociedad actual multirracial y multicultural a MILLONES de inmigrantes, ni se les inculca a través del sistema educativo los valores occidentales (por las buenas, o por las malas), ocurre que al final te pasan por encima como un carro de combate sobre un arbolito. Por pura estadística. La ideología extremista de origen islámico tampoco es una casualidad. Es el fruto de décadas mirando a otro lado, escondiendo la basura debajo de la alfombra para que no se vea, hasta que te inunda la casa. En lugar, cuando eran un número aún manejable, de integrar a la comunidad musulmana, invirtiendo en recursos educativos, sociales y culturales, apartando nuestros complejos para, si es necesario, castigar o reconvenir a aquellos individuos que desde su atalaya incitaran al odio o mostraran actitudes incompatibles con la libertad, la igualdad y la democracia; en vez de controlar las fronteras para que la arribada de inmigrantes (con todo el derecho del mundo de labrarse un futuro mejor) fuera ordenada y progresiva, con el objeto de que los valores del receptor no sean amenazados por los recién llegados, nos hemos convertido por mor del qué dirán, y el “que nadie me llame racista, ni xenófobo” en conejos asustados por los focos de un automóvil. En vez de utilizar adecuadamente los recursos de los que nos dotamos como sociedad para controlar corrientes que atentan directamente contra nuestros valores fundamentales, ponemos en la picota a nuestras fuerzas de seguridad si actúan defendiendo nuestro territorio soberano. Es decir, hemos pasado a ser víctimas, incapaces de reaccionar ante lo que se nos viene encima. La comunidad islámica es muy potente, cada vez más numerosa e influyente, y estamos fracasando estrepitosamente en el proceso de asimilación. Se podrá argumentar que el choque cultural es formidable. Si, lo es. También nuestra estupidez, demagogia, “buenrollismo”, complejos y escasez de miras que nos ha llevado donde estamos. Porque, y esto quiero dejarlo MUY CLARO, sin en absoluto justificar los actos de barbarie que los terroristas de corte yihadista están llevando a cabo, mi opinión es que los hemos fabricado nosotros. Nosotros hemos dejado crecer la bestia, y ahora esa bestia nos está comiendo por los pies. Y pienso que atravesamos una incuestionable crisis de valores en buena parte motivada por esta “reordenación” global de la economía que sufrimos, en el que OTRA VEZ, los poderosos son cada vez más poderosos y los pobres, cada vez más menesterosos. Un joven con esperanzas, una buena educación, integrado, perspectivas de futuro y un buen empleo normalmente (salvo que tenga una enfermedad mental) no va a inmolarse en nombre de Alá. Generalmente, los muyahidines que dan su vida por la causa y suben a disfrutar de sus setenta y dos vírgenes es debido a sus pocas esperanzas terrenales. Provienen de barrios marginales, familias pobres, con escasos recursos para revertir su miseria, y generalmente están condenados a ejercer trabajos que no quiere nadie porque se les condiciona desde la cuna. Básicamente, no tienen nada que perder. Es decir, el imán que incita a la yihad o el youtuber de turno les da a esta generación de chicos lo que necesita un espíritu joven: un objetivo, una bandera, una esperanza, algo por lo que luchar (y muchas veces, morir). Y un culpable. A esto le añades unos cuantos barriles de keroseno (foto de las Azores), la estupidez y arrogancia norteamericanas y un par de conflictos armados mal y nunca resueltos, y obtienes un caldo que deja a la bomba de Hiroshima a la altura de un petardo de feria. Y vamos a peor. El reclutamiento para la causa es inversamente proporcional a la falta de argumentos de los países occidentales, hipócritas e ineficaces. Y finalmente, porque serán mayoría, más jóvenes y con menos que perder, nos pasarán a cuchillo, como bien vaticina mi querido Don Arturo, que ese sí sabe de bolas de cristal. Y de cómo se fabrica una guerra.

sábado, 14 de enero de 2017

Niños muertos. Sociedad caduca.

“Papá, mamá, espero que algún día podáis odiarme un poquito menos. Ya no aguanto ir al colegio y no hay otra manera de no ir”. Ese es uno de los desgarradores párrafos de la carta de despedida que escribió Diego, de once años, antes de tirarse por la ventana del quinto piso de su casa de Leganés. Ocurrió en enero de 2016. Cuando sus padres supieron de los insultos y vejaciones continuos y sistemáticos por parte de un grupo de compañeros, se lo hicieron saber a los responsables del centro educativo donde todo ocurría. La respuesta que recibieron fue “son cosas de críos” El resultado: un niño tímito, maduro e inteligente, con unas notas excelentes es visitado en su tumba por unos padres destrozados de por vida. Simplemente porque un ser indefenso no recibió de quienes han de protegerle y auxiliarle, lo necesario: un parapeto, un consuelo, un refugio. Porque esos pequeños hijos de la gran puta que le hacían diariamente la vida imposible no recibieron el merecido castigo a tiempo, ni fueron reprendidos adecuadamente en su comportamiento. Porque mil protocolos, siglas, organismos autónomos o autonómicos, tutores, directores, asesores pedagógicos, etc directamente no hicieron su trabajo ni justificaron sus millonarios presupuestos. Cuando ocurren las desgracias, se limitan a cumplir el expediente, salvar su culo para que no les salpique la mierda y a dar las condolencias a la familia: no lo vimos venir, no esperábamos este desenlace, pobrecito…..Puro fariseísmo. Aproximadamente, cada dos meses un niño se quita la vida en España por lo que hoy llamamos BULLYING. O sea, el puteo del abusón de toda la vida al que se le ha puesto el foco, y un nombre muy rimbombante. Disponemos de herramientas de medida, métodos de prevención, y mecanismos de sobra para que estos casos luctuosos no ocurran, que no son aplicados sencilla y llanamente porque no hay voluntad política. Porque es mucho más importante cubrir los agujeros creados por la banca que ayudar a niños desvalidos y educar en la prevención, de proporcionar a los pequeños las herramientas necesarias para convertirse en ciudadanos con todas las letras. Porque la administración a todos los niveles simplemente MIRA PARA OTRO LADO. Finlandia, pionera en cuestiones de educación, ha creado el método KiVa, para el control y prevención de casos de acoso en el ámbito escolar, con unos resultados extraordinarios. En el siguiente link se amplía la información al respecto. https://psicologiaymente.net/desarrollo/metodo-kiva-bullying ¿Cuál es el motivo de que directamente no se copie lo que funciona? ¿Por qué hay un caso JOKIN, o DIEGO cada dos por tres en España? No se puede pedir madurez a un grupo de chavales de doce años que acosan a otro. Tampoco a los que están alrededor que miran a otro lado, no sea que el chorreo les caiga también a ellos. SÍ se les puede educar, enseñar que ese comportamiento no es el adecuado. Y las instituciones, además de educar en la prevención, deberían tomar medidas en caso de flagrante acoso, y pararlo. Punto. Hoy en día, la mayoría de los centros escolares tapan sistematicamente este tipo de cuestiones debido a que su publicidad podría afectar negativamente al buen nombre de la institución, lo cual puede, a su vez, derivar en pérdida de alumnos (cuantas veces prevalece el negocio sobre el bien del menor vilipendiado) Cuántos casos de acoso son resueltos por la vía fácil y rápida: el traslado del acosado a otro centro escolar, lo que acarrea en muchas ocasiones el cambio de domicilio de toda la familia. Incluso esa medida es profundamente imperfecta, pues hoy en día con la proliferación de las redes sociales, los acosadores pueden continuar campando a sus anchas en el cerebro de la víctima con total impunidad. El mundo al revés. Me remito al eminente doctor en Psicología, Don Iñaki Piñuel, que en el siguiente video explica perfectamente en qué consiste esta lacra del Bullying, y como está en nuestra mano erradicarlo. https://www.youtube.com/watch?v=r7STGLaO2wo La palpable dejación de funciones de las distintas administraciones se traduce también en la escasa voluntad de medir el grado de violencia en las aulas en nuestro país. Supongo, más bien estoy convencido, que los datos sacarían los colores a más de uno. No obstante, el acoso es responsabilidad de todos: maestros, tutores, bedeles, padres, administración, pedagogos, psicólogos, policía….y habría de ser abordado desde un punto de vista holístico para no volver a lamentar casos tan tristes como el de un niño que se quita de en medio en la flor de la vida. Y pongo en la cima de la pirámide de la responsabilidad a los padres, A NOSOTROS. Hace poco, coincidí con un conocido que estaba con su hijo de unos ocho años. Le pregunté que qué tal el pequeño, a lo que me respondió “es muy listo, el jodío, sólo que me han dicho en el cole que es un poco cabrón con los compañeros. ¿Y qué quieres que te diga? Que se pongan las pilas, mejor los demás que él” Estupefacto, me fui con la música a otra parte, pensando en cuantos padres justifican, fomentan o animan a un comportamiento de abuso, sin ser conscientes del monstruo que están creando en casa y fuera de ella. La ley del más fuerte. Por desgracia, por pura estadística, aproximadamente dentro de dos meses veremos en los titulares de los periódicos el caso de otro niño que se queda en el camino porque se le vuelve insoportable, que tras la indignación generalizada inicial, no será más que una estadística más que será, a su vez, tapada por otra noticia, por otro titular más impactante. Y nadie hará nada. Cuanto miedo nos da como sociedad mirarnos en el espejo…y con razón. Diego se quitó la vida. Si. Se suicidó. Pero cuántos abrieron la ventana, y le empujaron después al vacío.