sábado, 29 de noviembre de 2014

FUE LA PRIMERA.

No era nada del otro mundo. Ocupaba mucho espacio, generosa en formas. No me llamaba especialmente la atención, salvo porque siempre se estaba riendo de mis paridas y solía estar a mi lado. Un día se tiró al barro. Y yo con ella. Me desvirgó en emociones nuevas. Yo era ridículo, absurdo de pura inexperiencia. Aquello empezó a crecer, en un principio porque yo le gustaba, luego porque ella me gustó a mi. Supongo que llegué a quererla, no sé. ¿Qué nombre ponerle si no hay recorrido vital, si nunca pude compararlo? Si hacer las mayores idioteces con un nombre de mujer en la cabeza es su aspecto diferencial, seguramente yo me llevaba la palma en el Club de Idiotas, s.l. En todo caso, creo que llegué a la obsesión, tendencia innata que recientemente (manda huevos) descubrí marca mis devaneos con la vida. Esto de llegar tarde, incluso a darme cuenta de que llego tarde a todos los lados, es un soberano tostón. La vida me la puso enfrente. Ella me escogió, yo me dejé escoger, pero su utilitario era monoplaza…..aunque ni ella lo supiera. El caso es que se fue alejando, y no encontraba respuestas. Yo luchaba, la punzada de autoestima. Qué presuntuoso. K.O. técnico en el primer asalto. Una batalla interior mucho más trascendente que me costó siglos descubrir le oprimía por dentro. Esa letra fluida, de trazos largos, que siempre me había encantado verle desarrollar en clase, en esa posición casi absurda que toman los zurdos al escribir me abrió a un mundo al que todavía no había sido invitado. La curiosidad pudo a la culpa. No sabía si sentirme triste, o aliviado. Me salió lo primero. Y vacío. El cielo es azul, la lluvia cae, las mujeres tienen secretos… Miraba por la ventana mientras regresaba a casa en ese tren de cercanías y sólo la veía a ella. Sólo quería que fuera inmensamente feliz, pero a su manera…como siempre. Ahora, pasados ya muchos años, puedo afirmar que ventiló sus habitaciones y, como poco, encontró la paz, como el teniente Dan. No todos podemos decirlo… A día de hoy seguimos pululando, a nuestra manera, uno en la vida del otro, sin más reglas que las que marca el aprecio y las ganas de darnos un abrazo…y no negaré que esa idea me encanta.