lunes, 30 de mayo de 2011

De paranoias varias

EL OTRO

No me van las moralinas. No me gusta imponer ideas, ni las discursiones fuera de tono. Sí la reflexión conjunta, fruto de un conocimiento, de una base, de unos principios. Y sobre todo, del respeto, ese rara habis que tanto se echa en falta en los tiempos que corren. No voy a decir que todas las ideas son respetables, eso es una de las mayores estupideces que he oído en mi vida.
Pienso en todo eso cuando escucho a alguien defendiendo una posición a capa y espada, como si la verdad se la hubieran regalado en el kiosko de la esquina al comprar el periódico. Relativismo. ¿Qué hubiera sido de este tipo, si en vez de nacer en una familia de guardias civiles, haber sido un Guardia Civil y ahora policía de infantería, se hubiera criado entre actores de teatro, y bailarinas de cuplé? (Y se hubiera leído un librito de vez en cuando) La película sería muy diferente, seguramente. Y es que no nos damos cuenta hasta qué punto nuestra forma de pensar, vivir, amar, relacionarnos viene marcada a fuego por nuestro entorno, amigos, familia, estudios, libros leídos, películas disfrutadas. Somos un crisol en el que se han fundido muchas experiencia que marcan nuestra personalidad. Por eso, ¿No nos sería útil para entender a los demás y a nosotros mismos un poco de asertividad? ¿Acaso seríamos madridistas si hubiéramos nacido en una masía cerca de Barcelona? ¿No rezaríamos cuatro veces al día mirando a La Meca si en vez de ser del barrio de Chamberí nos hubiéramos criado en un suburbio de Riad?
Seguramente, si mi padre fuera cofundador de Alianza Popular, yo sería un gran fan del señor Gallardón, o de un tal Rajoy.
Si partiéramos de esas premisas a la hora de relacionarnos como ciudadanos, como naciones, como instituciones, otro gallo nos cantaría.
Me pregunto cuántos de los valores de los que hacemos gala como estandarte de nuestra forma de ser son fruto de una reflexión, y cuántos de un automatismo. El cuestionamiento de nuestras creencias debe ser un paso fundamental para derribar los muros que nos separan de nuestros iguales, para empezar a desterrar palabras como adversario, contrario, rival. Esto es la vida, no una peli del Far West, en la que sólo hay buenos y malos. Son millones los matices que enriquecen la convivencia. Presuponer al otro como un ser falible igual que tú, es el principio del entendimiento.
Supongo que no hay fórmulas magistrales para conseguir cuestionarte lo que eres, somos animales de costumbres en un rango mucho más amplio de lo que pensamos, éstas son como el madero al que asirse en la tempestad. Es desde luego mucho más fácil agarrarte a lo que te han hecho ser, que plantearte preguntas, y cuestionarte si realmente tus creencias son mejores que las de los demás. Es como discutir con alguien, más con la intención de hacer prevalecer unas ideas y convencer al otro, que para provocar una reflexión. RELATIVISMO.
Supongo que la virtud se alcanza en el punto medio, el equilibrio homeostático. En la cultura, en los libros, en los sabios, en no cerrar tu mente a ninguna influencia, por muy alejada de tus planteamientos vitales que te parezca en un principio. Y, sobre todo, en desterrar esa lacra llamada PREJUICIOS. Hablar con todos y de todo.
En pleno siglo veintiuno, es descorazonador comprobar cada día cómo teniendo acceso a más información que nunca en décimas de segundo, la ignorancia y el analfabetismo voluntario siga instalado en nuestros corazones, por no hablar del conformismo.
El pensamiento acrítico es hijo de la incultura, justo el concepto favorito de los que manejan los hilos. Porque sin pueblos analfabetos, no habría grandes corporaciones manipuladoras, ni gobiernos que hicieran de su capa un sayo. Saber decir no es el primer paso para combatir la esclavitud, pero saber razonar ese no, es lo que propicia todo lo demás.
Hay momentos en los que se hace necesario sentarse en un banco del camino, y pensar adónde vamos. Como individuos y como sociedad.
Como el gran Antonio Machado plasmó en una rima preñada de sabiduría:
¿Tu verdad? No, La Verdad.
Y ven conmigo a buscarla,
la tuya, guárdatela.