jueves, 18 de agosto de 2011

La buena suerte


La semana pasada volvimos de un viaje a Costa Rica de más de dos semanas. Es época de lluvias en estos meses del año e íbamos pelín asustados pensando en una nube perenne descargando con rabia en playas paradisíacas en las que no te podías bañar. El caso es que el tiempo ha sido buenísimo, sólo nos ha llovido en los traslados, o cuando ya caía la tarde tras una auténtica jartá de sol y baño (típica lluvia tropical, que en Madrid hubiera supuesto el caos más absoluto y trescientas intervenciones de bomberos). La experiencia ha sido inolvidable, pero pensando en las variables fuera de tu control que podían haber hecho de este periplo el mayor de los infiernos, también podía haber llegado a casa cagándome en su puta madre.
Y es que primero dependes de, ay madre, compañías aéreas y aeropuertos s.a.
Que no salga tarde tu vuelo, que no pierdas tu conexión en la escala, que tu equipaje no acabe camino de Cleveland, que no se cebe contigo como el toro Ratón un poli de aduanas yankee de ciento veinte kilos y te ponga el bolso de mano patas arriba, que no secuestre el avión un fundamentalista islámico y te tengan que reconocer por la piñata. Que los shuttles lleguen a su hora (es Costa Rica), q al coche de alquiler no le salte un pistón por el capó (con esas carreteras, todo es posible, me descojono de los socavones de Avenida de los Poblados), que todas las reservas de hotel estén en orden, que no sufras una intoxicación alimentaria que te pegue a un retrete hasta el fin de los días, que no te pique una serpiente terciopelo en los huevos, que no se hunda una kunda-barca de esas que usan estos tipos para ir de isla a isla a toda hostia, que no te succione la sangre un mosquito anófeles y te deje más tonto de lo que ya estás. Que no te raje un taxista negro hasta arriba de hachís con rap latino a toda pastilla ex-líder de una mara guatemalteca, mientras su colega viola a tu novia contra un cocotero. En fin, que si lo piensas, son muchas cosas, y todas mezcladas.
Conocimos una pareja de españoles que parecía que nos seguía, porque hizo prácticamente el mismo itinerario que nosotros, y nos la encontrábamos en todos los lados, eran como Wally. El caso es que allí donde nos veíamos el careto llegábamos nosotros con nuestro buen karma de qué bien está saliendo todo, vaya playas acojonantes, me he puesto hasta arriba de Daikiris y todo ese rollo, y ellos siempre replicaban con que en el mismo sitio les había llovido, la chica se cayó en un puente en la frontera con Panamá que casi acaba siendo carnaza de cocodrilo (seguramente el bicho no volviera a comer en un año, pesaba como cien kilos), el hotel una mierda, el rafting regular, la abuela fuma heroína…….y así un largo etcétera. Total, que ya asomábamos la gaita cada vez que entrábamos en un restaurante a ver si estaba cenando la familia telerín para salir como alma que lleva el diablo. Y es que pienso de corazón que la mala suerte se pega como una lapa...
El caso es que estoy en casa, tirado en el sillón mientras escribo mis tontadas, entero y verdadero, y más feliz que una perdiz por un viaje realmente increíble y que recomiendo a todos los amantes de la naturaleza y de las playas paradisíacas.
Y es que yo me considero un tipo MUY AFORTUNADO. Tú también, ¿A que sí?

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